Montevideo Móvil También Mata

El cuento del interior

Salí de casa para ir a gimnasia, con las llaves, el carnet del club y veinte pesos en el bolsillo del cangurito. Empecé a caminar. No había nadie en la calle, era viernes de carnaval después de un chaparrón. Crucé Sarmiento y en la siguiente cuadra se me acercó un señor -tendría entre 30 y 40 años- transpirando, con cara desencajada y los ojos saltones.

Me dijo: me robaron en el ómnibus, me robaron, ¿me puede ayudar con plata para el ómnibus? Soy de Cerro Largo... no conozco a nadie en Montevideo, agregó. Sin pensar saqué los 20 pesos y se los di, pero no sonrió. Volvió a repetir: ¿cómo vuelvo a mi casa? No conozco a nadie en Montevideo.

¿Por qué no va hasta Tres Cruces? Vengo de ahí, contestó. Miré la cara transpirada y le sugerí preguntar en la estación de servicio abierta. No, ahí no me van a dar nada, y me estiró la mano con la palma hacia arriba. Eso es todo lo que tengo, lamento no poder ayudarlo. Sin decir gracias se fue en dirección contraria a donde se ubica el club. Empecé a caminar, y a los tres o cuatro pasos la historia me sonó a cuento.

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