Montevideo Móvil También Mata

Desde el árbol

La ropa colgada suda desde unas cuerdas atadas al tun tún en las ramas bajas del árbol. Desde las ramas altas, abrazada al tronco, miro con detenimiento al piso seco que recibe una gota detrás de la otra. Las gotas caen y el suelo sediento las recibe. Una brisita se cuela entre las prendas, y las gotas se alborotan. Mientras escribo en la tele hubo un asesinato. Fue en un hospital, el asesino inyectó algo en el suero, y ahora los policías investigan a todos los doctores. De pronto, la música cambia y acelera el ritmo igual que las gotas. Apareció una sospechosa. Sacudo las hojas del sillón, y me acomodo en las ramas parar mirar la investigación. Vuelvo antes de que la ropa se seque.

La ropa estaba casi seca cuando volví a mirar las gotas. La luz caía con trazos anaranjados y el aire era más frío. Solté el pie derecho para buscar con los dedos estirados la rama de abajo. Despacio, estirando los pies y sujetándome con las manos, avancé hasta la rama más baja y de un salto me tiré al piso. Estaba calentito, y seco. En el salto enganché mis pies en la cuerda y la arrastré con la ropa, que se me cayó arriba. Olía a verano. Me levanté, agarré entre los brazos las prendas y las sacudí un poco. Acomodé la cuerda y volví a colgar las remeras, los dos pantalones y la pollera. Me llevé colgada en el antebrazo una blusa que ya estaba seca. Entré a la casa con esa sensación parecida a la felicidad que se huele en la ropa que se seca al sol estos días de verano.

Etiquetas: