Montevideo Móvil También Mata

Ruidos

El cantito matutino de los gorriones en mi ventana no compensa tanta bocina, sirena y alarma. Miro el mar agitado e intento escuchar el murmullo del agua, pero se enreda con los motores de los ómnibus que justo en esta esquina ponen segunda para doblar. Cierro las ventanas y algunos rugidos se alejan. Me siento en el sillón del living, cierro los ojos, respiro, y estiro los brazos por arriba de mi cabeza. Al instante me incorporo de golpe con el chillido agudo y constante de la alarma del ascensor. La alarma se detiene pero el ruido llega igual como un eco que no deja de sonar. Me parece que voy a ponerme a gritar. Entonces escribo algo. A veces, es una forma silenciosa de gritar.

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